
Por Heather Schlitz
CHICAGO, 19 dic (Reuters) - Allyson López esperaba un repunte de su tienda de vestidos del barrio Little Village de Chicago, especializada en trajes de baile para quinceañeras, un ritual de mayoría de edad que se celebra en muchas comunidades latinas cuando una chica cumple 15 años. En cambio, esta semana han vuelto las redadas federales de inmigración que han vaciado las calles, normalmente llenas.
La primera fase de la campaña de deportación del Departamento de Seguridad Nacional (DNS), llamada "Operación Midway Blitz", detuvo a más de 4.200 personas en toda la ciudad en menos de tres meses. La operación conmocionó a Chicago, pero para Little Village, el barrio mexicano de clase trabajadora, que fue repetidamente un objetivo, el efecto ha sido catastrófico.
El regreso el martes del comandante de la Patrulla Fronteriza estadounidense Gregory Bovino con una gran caravana de agentes con trajes de camuflaje, algunos con rifles de asalto asomando por las ventanillas de los automóviles, fue recibido con abucheos y silbidos por decenas de manifestantes que retransmitieron en directo en las redes sociales.
En Estela's Bridal, un negocio familiar de segunda generación, López se especializa en diseños personalizados, que se venden por un promedio de 1.000 dólares. Puede tardar 16 horas en confeccionar un vestido, ajustando las brillantes telas a las medida y añadiendo flores bordadas, pedrería y lentejuelas. Dice que perdió el 90% de sus clientes durante la primera oleada de detenciones, ya que la gente decidió quedarse en casa por miedo a los agentes de inmigración.
EL NEGOCIO LUCHA POR PAGAR EL ALQUILER
"Vamos a sufrir de nuevo como negocios", dijo López. "Ni siquiera llegamos a pagar el alquiler este mes, así que da miedo".
Un portavoz del DHS no respondió cuando se le preguntó sobre el impacto de las redadas en los negocios.
Incluso antes del regreso de Bovino, Little Village se había abatido por las redadas.
Los turistas que acudían a la "capital mexicana del Medio Oeste" a comer tacos, pan dulce y tamales y a comprar vestidos de quinceañera, piñatas y chiles mexicanos desaparecieron. Decenas de residentes del barrio fueron detenidos o deportados, según líderes de la comunidad. Otros se escondieron.
"Es como esas viejas películas del Oeste en las que todo lo que ves son plantas rodadoras al viento", dijo Roxana, una peluquera guatemalteca de 42 años. No quiso revelar su apellido ni su condición de inmigrante por miedo a las represalias de los agentes.
En su peluquería vacía, con la mitad de las sillas envueltas en plástico, Roxana se echó hacia atrás el flequillo, pulcramente peinado, para revelar mechones de pelo ralo, que, según dijo, empezó a caerse por el estrés causado por el desplome del 80% en los ingresos desde el inicio de la campaña de represión contra la inmigración.
Cuando el convoy de la Patrulla Fronteriza descendió de nuevo sobre Little Village esta semana, Roxana se estremeció. El salón estaba abierto, pero sin clientes.
"Han vuelto a irrumpir en el barrio", dijo. "Definitivamente nos ha conmocionado y devastado porque no era algo que esperábamos".
EL CORAZÓN COMERCIAL DE UN BARRIO
El salón de Roxana se encuentra cerca del arco de estuco que marca el comienzo de la calle 26, una franja de tres kilómetros de tiendas, panaderías y restaurantes que se ha convertido en el segundo corredor comercial más rentable de la ciudad, según la Cámara de Comercio de Little Village.
Muchos propietarios de negocios dijeron que sus ahorros disminuyeron después de que los clientes, incluidas las personas que están en Estados Unidos legalmente, dejaron de visitarlos por miedo a los funcionarios de inmigración.
Antes de las medidas contra la inmigración, las tiendas que vendían elaborados vestidos de baile, brillantes diademas y ramos de flores de satén eran lugares alegres, donde las niñas reían y daban vueltas con sus vestidos para satisfacción de sus madres, según los propietarios.
Pero la ansiedad por aventurarse a salir al exterior -así como el temor a que las grandes fiestas se conviertan en blanco de las fuerzas de inmigración- ha afectado duramente a las tiendas de quinceañeras de Little Village.
Dos propietarios de tiendas dijeron que perdieron el 90% de sus ingresos en las etapas iniciales de Midway Blitz.
Evelyn Flores, propietaria de la tienda de quinceañeras Alborada, dijo que despidió a siete empleados. "Ahora no puedo dormir por las noches, y durante el día siempre estoy asustada".
María Ortiz, dueña de una tienda de artículos para fiestas, dijo que hay días en que nadie entra a su local.
LA FAMILIA QUE QUEDÓ ATRÁS
Para una familia, las secuelas de las redadas del otoño boreal han perdurado durante semanas. Kamila, de 15 años, dice que tiene miedo de salir de su apartamento si no es para ir al colegio, después de que su primo fue detenido por agentes de inmigración en noviembre cuando se dirigía a su trabajo como instalador de alfombras. Llevaba 18 años viviendo en Estados Unidos sin estatus legal.
"Tengo miedo. No podemos salir porque podrían estar esperándonos", dijo.
Cuando se le pidió un comentario, Tricia McLaughlin, secretaria adjunta del Departamento de Seguridad Nacional, dijo: "No hay razón para tener miedo de las fuerzas del orden, a menos que estés infringiendo la ley".
El pequeño apartamento del primo está prácticamente como él lo dejó: la cama sin hacer y su esponjoso perro de color crema, Peluchin, correteando por el apartamento. Todos los días desde que detuvieron a su dueño, Peluchin aparta las polvorientas persianas de la ventana con su pequeño hocico para mirar durante horas a la calle, esperando a que regrese, dijo un vecino que pasa a pasearlo.
"Todos sus sueños, todo su esfuerzo, todo su trabajo (...) está aquí, vacío", dijo Sofía, madre de Kamila y ama de casa de 47 años.
"Mi hija tiene 15 años, no debería estar viviendo así", dijo Sofía, que llegó a Estados Unidos desde México sin estatus legal y está considerando autodeportarse. "Aquí no hay vida".
RESISTENCIA
En una tarde reciente, el Consejo Comunitario de Little Village (LVCC) zumbaba con voces superpuestas mientras la gente coordinaba recogidas escolares, compartía videos y llamaba a familiares de personas detenidas.
El presidente del LVCC, Baltazar Enríquez, ha liderado la resistencia local a la represión, organizando patrullas para avistar a los agentes federales y distribuyendo silbatos de plástico que ahora se utilizan en toda la ciudad para advertir de la presencia de agentes de inmigración en la zona.
La naturaleza unida de "La Villita" ha dado a los residentes una ventaja organizativa, ya que usan grupos de WhatsApp, Facebook y Signal para coordinarse. Aunque La Villita lleva mucho tiempo sufriendo episodios de violencia armada y tiene el mayor número de delitos relacionados con bandas de la ciudad, los residentes dicen que se sentían seguros antes de que los agentes federales llegaran a la ciudad.
Otras formas de resistencia han sido más silenciosas, como la de Vicky Martínez, una residente de 55 años que lleva la compra a amigos y vecinos que tienen demasiado miedo para ir a la tienda.
"Es como estar en la cárcel. Ni siquiera sabemos lo que nos van a echar", dijo Martínez.