Investing.com — El presidente Donald Trump ha elogiado la ola de ingresos provenientes de los aranceles como uno de los ingredientes clave de su política monetaria para inaugurar una "Edad de Oro" para Estados Unidos, pero las agencias de calificación crediticia no están tan seguras, mientras que las crecientes apuestas contra la capacidad de Estados Unidos para pagar sus deudas alimentan el debate sobre una posible rebaja de la calificación crediticia del país de "bajo riesgo de impago".
Los aranceles se han convertido en la pieza central del discurso económico de Trump. Al imponer gravámenes a las importaciones, la administración argumenta que no solo está protegiendo la industria estadounidense, sino también generando miles de millones —unos 2.000 millones de dólares diarios, según Trump— en ingresos para fortalecer las finanzas nacionales.
La Casa Blanca presenta esto como una situación beneficiosa para todos: una manufactura nacional más fuerte junto con un balance más saludable para el Tesoro.
Pero los mercados financieros y las agencias de calificación crediticia cuentan una historia diferente. Lejos de ser una bonanza fiscal, los aranceles son cada vez más vistos como un factor de riesgo para la solvencia crediticia del gobierno estadounidense.
"Moody's (NYSE:MCO) ha citado los aranceles como un riesgo para la calificación soberana Aaa de EE.UU.", señalaron los analistas de Macquarie en una nota.
Las preocupaciones de la agencia reflejan una ansiedad en general sobre la sostenibilidad de la posición fiscal de Estados Unidos en medio de tensiones comerciales y una deuda creciente.
Estas preocupaciones se están manifestando donde más duele: en el mercado de bonos.
Tras la implementación de nuevos aranceles —especialmente la última ronda de aranceles recíprocos sobre importaciones electrónicas— los rendimientos del bono del Tesoro a 10 años de referencia y del Tesoro a 30 años aumentaron bruscamente. Pero esto no es una respuesta a una inflación en auge o al optimismo sobre el crecimiento económico, sino que es la "prima de riesgo soberano creciente" que los inversores exigen para mantener la deuda estadounidense en medio de preocupaciones sobre el riesgo de impago, según Macquarie.
Como señal adicional de que los inversores están comprando seguros contra un impago de EE.UU., los diferenciales de los credit default swaps sobre los bonos del gobierno estadounidense se han ampliado.
Es un cambio sutil pero revelador: la economía más grande del mundo, considerada durante mucho tiempo como el prestamista más seguro del planeta, está enfrentando escepticismo sobre su gestión financiera.
Las señales de alarma del mercado de bonos han obligado a la Administración Trump a dar un giro en los aranceles recíprocos, ofrecer una exención temporal a los gravámenes impuestos a las importaciones electrónicas y plantear la idea de una posible tregua corta para los aranceles automotrices.
Este potencial "freno" a las crecientes tensiones arancelarias, según Macquarie, tiene como objetivo aportar "cierta estabilidad a las perspectivas arancelarias".
Si bien es demasiado pronto para determinar si la diplomacia puede revertir el daño o simplemente retrasarlo, la capacidad de la Administración Trump para gestionar la deuda y mantener la confianza de los inversores está bajo escrutinio.
Una rebaja de calificación asestará un golpe demoledor al estatus de Estados Unidos como referencia "libre de riesgo" mundial, disparando los costes de endeudamiento tanto para propietarios de viviendas como para pequeñas empresas. Con la solvencia crediticia del país en juego, la apuesta arancelaria de la administración parece menos una panacea fiscal y más una apuesta de alto riesgo sin una salida fácil.
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