
Por Jamie McGeever
ORLANDO, Florida, 17 dic (Reuters) - Las autoridades chinas se comprometieron la semana pasada a dar prioridad al consumo interno (link) en 2026, pero estas promesas ya se están recibiendo con escepticismo en cuanto a que el apoyo fiscal masivo necesario vaya a llegar realmente, incluso a medida que se suceden los datos económicos más desalentadores.
Es muy posible que la segunda economía mundial crezca un 5% el año que viene, en línea con los recientes objetivos del Gobierno, pero probablemente será gracias al auge de las exportaciones y a un superávit comercial superior al billón de dólares, no al consumo interno.
En la Conferencia Central de Trabajo Económico de la semana pasada (link) (CEWC), una reunión clave de los líderes del Partido Comunista para establecer la agenda política de 2026, los funcionarios dijeron que tomarían medidas para estimular el gasto y luchar contra la deflación. Sin embargo, también indicaron que no habrá una relajación fiscal "agresiva" el próximo año, y que las autoridades están preparadas para confiar en el apoyo existente y en medidas "incrementales", señalaron los economistas de Société Générale.
"Nuestra preocupación es que los responsables políticos sean demasiado complacientes", escribieron el lunes los economistas de SocGen.
Barclays tenía una opinión similar. Los economistas delbanco esperan que el apoyo político del próximo año sea "medido y reactivo" en lugar de enérgico y proactivo.Según Barclays, las autoridades así lo indicaron al eliminar la palabra "desfavorable" de su descripción del entorno mundial y al comprometerse a mantener sólo un déficit presupuestario "necesario".
Por tanto, es probable que Pekín se ciña a un objetivo de déficit presupuestario global para el próximo año en torno al récord del 4% del PIB de este año. Una cifra elevada para China, pero probablemente insuficiente. El Fondo Monetario Internacional (link) señaló la semana pasada que China necesitará gastar el 5% del PIB para poner fin a la crisis inmobiliaria en un plazo de tres años, y eso antes de abordar otros factores que lastran el consumo.
EN LA DIRECCIÓN EQUIVOCADA
En cierto modo, la reticencia de Pekín a pisar el acelerador fiscal es comprensible. Este año, las autoridades han adelantado el estímulo -el crecimiento interanual del gasto fiscal se situó en torno al 10% en julio, el más alto en casi tres años-, por lo que es posible que deseen esperar a ver cómo evoluciona ese derroche.
Sin embargo, las cifras del consumo interno no mejoran, sino que empeoran. La inversión empresarial y las ventas minoristas chinas en noviembre fueron significativamente más débiles de lo esperado, según las cifras publicadas el lunes (link).
La inversión en activos fijos ha caído un 2,6% en lo que va de año y va camino de registrar la mayor contracción anual de la historia, mientras que la persistente debilidad del consumo y la aparentemente interminable caída de los precios inmobiliarios amenazan con consolidar un bucle de retroalimentación deflacionista el año que viene, advierten los economistas.
Con cada mes que pasa de actividad nacional mediocre, la necesidad de un estímulo audaz -mucho mayor que las medidas adoptadas a principios de este año- se hace más acuciante. Y con los rendimientos de los bonos chinos rondando sus niveles más bajos jamás registrados, Pekín puede pedir prestado para ayudar a resolver este problema.
Esto hace que las señales de humo del CEWC de la semana pasada sean aún más confusas.
LA FORTALEZA EXTERNA OCULTA LA FRAGILIDAD INTERNA
La última oleada de cifras económicas por debajo de la media y el renovado pesimismo en torno a la economía nacional de China se produce en un momento en que su rendimiento exterior va viento en popa, para creciente irritación de sus rivales comerciales mundiales, frustrados por el dumping chino en sus mercados.
La guerra comercial entre China y EEUU de este año (link) ha provocado un descenso en el envío de mercancías a EEUU, pero China lo ha compensado con creces aumentando sus exportaciones a Europa, Australia y los países de rápido crecimiento del sudeste asiático.
El superávit comercial total de China (link) supera ya el billón de dólares, y algunas estimaciones sitúan su superávit de productos manufacturados en 2 billones. Además, estos excedentes se concentran en el extremo superior de la cadena de valor, en sectores como ordenadores, teléfonos móviles, chips, baterías eléctricas y automóviles.
Canalizar la inversión hacia éstas y otras industrias de importancia estratégica no contribuye mucho a estimular el gasto interno. Sin embargo, a Pekín no le importa, ya que el auge de las exportaciones compensa la debilidad interna y amplía la presencia de China en sectores mundiales clave.
El enorme superávit comercial también está ayudando a elevar el yuan CNY= a su nivel más alto frente al dólar en más de un año, que Pekín puede señalar cuando se le acusa de mantener el tipo de cambio artificialmente bajo. Los críticos argumentarán, con razón, que el yuan sigue estando significativamente infravalorado dada la magnitud del superávit, pero el tipo de cambio nominal permite a Pekín cierto respiro frente a EEUU y otros rivales comerciales.
Sin embargo, los últimos indicadores económicos sugieren que Pekín tiene menos margen de maniobra en casa. Unas medidas fiscales mayores y más audaces le darían algo de respiro, pero las autoridades parecen reacias a tomarlas.
(Las opiniones expresadas aquí son las del autor (link), columnista de Reuters)
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